Jorge Navarro rememora el encuentro con Ella Fitzgerald en 1960

Luego de ofrecer uno de los conciertos previstos en el Teatro Ópera en 1960, en la primera de sus tres visitas a nuestro país, Ella Fitzgerald se sumó de manera informal a una de las habituales jazz sessions que solían producirse en el boliche céntrico Jamaica, una situación que le permitió al destacado pianista local Jorge Navarro compartir "un breve pero muy emotivo" momento con la gran estrella estadounidense.


Jorge Navarro Ella Fitzgerald Argentina 1960

Fuente: Télam

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A pedido de Télam, el músico argentino rememoró aquella noche en la que en el escenario del pequeño reducto ubicado en la calle Reconquista coincidieron el contrabajista Jorge López Ruiz, el baterista Osvaldo "Pichi" Mazzei y él, con la fenomenal artista y el excelso guitarrista Jim Hall. 

"Casi todos los músicos nos juntábamos ahí a tocar, como también lo hacían los músicos norteamericanos que venían al país. No sé por qué se daba eso porque no era un boliche de jazz. Era uno de esos lugares de `ocho caras bonitas, ocho´, pero había un piano y al dueño le gustaba que tocáramos, entonces se armaban unas terribles jazz sessions cuando todos terminábamos de trabajar con nuestros grupos", contextualizó Navarro.

"Una noche fui hasta ahí y al llegar me llamó la atención la gran cantidad de gente que había, todos abarrotados porque era un lugar chiquito. Cuando entro me toman del brazo y me dicen que me una a los que estaban tocando en el escenario porque no había nadie que tocara el piano", continuó.

Y remató: "Yo adoraba a Jim Hall. Me senté al piano y me acoplé a lo que estaban tocando. Cuando llegó mi solo, yo suelo tocar con los ojos cerrados, y en un momento escucho un scat maravilloso. Levanto los ojos y estaba Ella Fitzgerald, apoyada en la tapa del piano, con una copa de champán, cantando lo que yo tocaba. ¡Imaginate que se me pusieron los dedos de trapo!".

El encuentro se prolongó a tres piezas –"`Topsy´, un blues y alguna más que no recuerdo", apuntó Navarro-, una posterior cálida charla en su mesa, de la que también participó Norman Ganz, famoso productor, mánager y dueño del sello Verve; y una invitación a probar suerte en Estados Unidos, que el pianista no aprovechó.

"Me invitó a su mesa y me dijo que le gustaba como tocaba, que se había divertido mucho, que había sido un momento muy grato. Estaba con la secretaria de la Embajada de Estados Unidos, que la acompañaba a todos lados, y le dijo que tomara mis datos para ayudarme cuando vaya a su país. Yo estaba en la edad del bobo, le di mis datos pero nunca intenté nada. La verdad que me asusté", reconoció.

Télam: ¿Hubo un ofrecimiento concreto de algo?

Jorge Navarro: No, quedó ahí. Ella quería llevarnos a Sergio Mihanovich y a mí, porque también lo había escuchado a él y le gustaron sus canciones. Durante la semana volvimos a vernos porque Sergio tenía una casa muy grande e hizo una reunión a la que fuimos todos. Yo toqué y Ella cantó. Sergio bailó con ella y era muy gracioso porque era una mujer muy grandota, muy robusta, y él le llegaba al pecho. Era muy cómico verlos, yo me mataba de risa. Ella era muy cariñosa, muy afectuosa. Una mujer muy sencilla. Parecía una tía.

T: ¿No aprovechó ninguno de esos contactos en sus viajes posteriores a Estados Unidos?

JN: A Ella no la vi más pero sí me seguí viendo esporádicamente con Jim Hall hasta su muerte. Tocamos juntos y recordamos más de una vez aquella noche en el Jamaica. 

T: ¿A nivel musical cómo fue tocar con ella? ¿Tuvo una valoración distinta de ella como artista luego de esa sesión compartida?

JN: Todo era fácil, sencillo, muy cómodo. Todo se desarrolló con una armonía que parecía que habíamos ensayado. La gente bramaba. Fue una noche inolvidable. Pero yo la admiraba de antes y no cambió para nada mi forma de verla. Ella era grande en cualquier lugar, era un fenómeno.